Hace poco me fui de viaje, hice un tour emocional por la
ciudad. Desconché algún corazón y sacrifiqué la lógica a favor de la locura. La
cordura quedó enterrada en otro estadio, en otro click que mi cuerpo no entendía.
Y desangré mi cuerpo para compartir desde lo más profundo, para mezclar sangre,
a ver si enfermaba al fin. Temerosa estaba de mis decisiones, de los placeres
que llamaban a mis ojos, a mi boca, a mis huellas perdidas. Y también
sacrifiqué el miedo en honor a Dionisio renegando de mi Apolo, el más bello. O quizás
feo y mis ojos se han entelado. Y mi alma se ha agitado y despertado del sueño,
que no era sueño y era la vida asemejada a una poesía entrecortada que humedece
mis pies. También tiré al vacío las claves de mi ser, perdidas ya como la Atlántida,
convirtiéndose en leyenda, una que sólo yo sé. Y seguí partiendo piernas en vez de corazones
y desgasté vidas. Fue un viaje que no se olvida, donde no gasté nada, sólo mi
tiempo, si alguien lo apreciaba. Me di en completo sin esperar recibir nada. Y eso
era lo que conseguiría, nada de nada. Esta es la vida que me ha tocado, la nada que es mi pesadilla y el olvido, que acompaña, que son las manos que me ahogan hasta la creación de una cita para mi tumba.
09.07.2013
C. Merino.
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