© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


lunes, 30 de junio de 2014

Te escondiste en mis ojos.
Los cerré para ocultarte.
Me conquistaste al morir en mi interior.
Tú y yo.
Y la muerte.
Gritaste.

C. Merino
24.11.2013


jueves, 19 de junio de 2014

Oigo tus suspiros rasgando las aceras.
Tus pasos resuenan tras tus ojos,
Condenados a esperar a que mi voz enmudezca.
Observas las curvas de la siguiente calle con esperanza,
Como si no compartiéramos escenario en este recreo.
Y si jamás me doy la vuelta ni te observo mientras jugamos
Al cazador y a la presa que jamás alcanzas.
Qué ocurre si no quiero que acaricies mi espalda,
Mientras mi boca te saluda en un grito asustado.
El ritmo se ralentiza en nuestras piernas,
Nuestros corazones ya no palpitan,
Intentando empezar de nuevo sin sentirnos fríos,
Mientras nuestras manos resiguen mi contorno a distancia.
Quizás nos equivocamos.
La espera se agota a mis pies.
No quiero pararme a rezar cuando me tengas,
Agotar mis nombres falsos demasiado tarde.
Temer por segundos sentir el peso de una eternidad que no me induce nada
Ni temblores ni bloqueos en los que mi mente abandona.
No quiero volver a pensarlo.
Pensar que estás detrás y no distingo la oscuridad
En la que me acechan tus labios y temo a tu boca,
Por si acabo mordida y pierdo.
No quiero que me congeles,
Me hibernes provocando a mi sangre,
Porque he decidido que cometo el error
De girarme,
Decidiendo verte.
Enfrentarme a tus ojos.
Acojonarme ante tu mirada.
Levantarme y aferrar tu cuello.
Acariciar tu pecho.
Hacer que temas mi máscara,
Que temas a mis ganas chorreando,
Empapándome y persiguiendo tu piel.
Porque me he girado,
Y te he visto suplicando a mi mano,
Convertida en pistola en tu sien.

19.06.14

C. Merino

lunes, 9 de junio de 2014

T Í A

La muerte avanza sin sigilo alguno,
Intentando corromper la estancia blanca
Así como tus ojos verde oliva.
Las teclas crujen y gotean en tu alma,
Resbaladiza de tu cuerpo.
Dios es egoísta.
Porque le tiene a él,
Y también la quiere a ella.
Su enviado nos atemoriza y amenaza.
Nos ha castigado con el dolor de la inexistencia,
De la nada que llega confiada y frme.
Dios es egoísta.
Porque me quiere quitar lo mío,
Porque quiere llevárselos a todos aunque pida que no lo haga.
Y dejarnos a nosotros como consortes de la guadaña,
Delincuentes esperando otro destino distinto al suyo.
El de un dolor que se olvida.
Y de repente,
La herida se abre, de nuevo.
Y el recuerdo florece,
De tu cuerpo débil y pequeño,
Retorciendo las manos y pidiendo clemencia.
Pides un parón con tus ojos,
Nos desesperas con la mirada.
Y salimos de la estancia para llorar y no nos veas.
Aunque ya lo sabes, Dios te reclama.
Tus manos se entrecruzan en tu pecho
Anhelando dormir.
Dios anhela que te vayas, que nos dejes,
Y mi consuelo es que no está sólo.
Que hay otro que conoces que estará recibiéndote cuando toque irse.
Cuando Dios decida que te lleva, y yo decida no olvidarte,
Mantenerte de alguna manera entre mis respiraciones.

26.05.2014

C. Merino