© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


miércoles, 30 de abril de 2014

Fantasma

Arrancabas las hojas de mis pensamientos caídas,
De un suelo vespertino.
Los pináculos atravesaban tu cuerpo
Ante mis ojos desencajados.
Las flores se marchitaron, como un edificio viejo,
Y los pétalos ennegrecieron tu luz tenue y clara.
Las ramas caían desprovistas de tu vida,
Ahogadas en tu sangre que manchaba la tierra,
Aguantando tu alma.
No proyectabas ninguna sombra bajo mis pies,
Cansados y delirantes,
Avanzando sin motivo hacia el vacío que proyectabas.
No se oía tu respiración agitada como imaginaba que estaría,
Ni desbocadas palpitaciones de tu corazón ensordecido.
Tus rodillas ahora encharcadas con el vino de Dionisio,
Jurando con el suelo tu permanencia fija e intacta.
[Preso de mis manos que no querían soltarse, separadas de las tuyas.]
El órgano te dedicaba sus últimas canciones,
Sancionadas por tus leyes absurdas acerca del cortejo cuando alguien muere.
A mí un muerto me dedicaba sus últimas notas que,
                [Después de entender que no las entendía]
Amenazaban mi calma.
Y no establecía reglas para matar al miedo.
Tu piel se retorcía en los grados previos al éxtasis de tu cuerpo agitado,
El lobo aullando provocando espasmos voluntarios bajo mis desnudez marmórea.
Y los pensamientos impuros, oscuros se van armando
Van imponiendo la voluntad del diablo
Y las cenizas,
Las cenizas del tiempo empiezan a arder entre nosotros.
La eternidad arde y nos separa.

30.04.2014

C.Merino

sábado, 26 de abril de 2014

Bueno, gente, os presento mi relato corto que no ganó en el concurso de Heraldo de 2014. Sin embargo, me encanta sobre todo por el recuerdo del lugar que usé para inspirarme. Muchas gracias...

Se podía oler ya a pueblo mientras perseguía el camino que me llevaba a la soledad majestuosa de Azanuy. Alcanzaba a ver la iglesia, siempre cerrada a los feligreses. Dejamos atrás rápidamente el cartel que indicaba que habíamos llegado a nuestro destino, que se mantenía como quien ha pactado con el diablo, viejo y eterno. Como yo. 

El sonido de unas jotas nos recibía, y poco después permanecí en la calle. Mis pies empezaron a andar solos, sabiendo ya dónde me llevaban. Alcancé a ver a lo lejos, mucho antes de llegar, la verja que daba paso a ese gran espacio cuadrado y amurallado. El sonido de su silencio me recordó a un tiempo lejano.

Me enfrenté a la visión de ese particular mar como si fuera algo que sólo existía en mi mente. Avancé despacio hasta que supe que debía pararme. Supe también que ahí estaba mi marido, tras el epitafio, enterrado después de que mis manos se hubieran encargado de su muerte. No hubo llanto. Sólo pronuncié un nombre.


C.Merino

jueves, 10 de abril de 2014

Qué quieres hacer, oscuridad, desoladora.
Ansiada amiga desaparecida entre las notas pausadas,
Entre los silencios de tu nombre.
Has reventado las esperanzas
Y el vacío que te has encontrado ha vertido tinta.
El viento dibujó un pozo negro en tus ojos
Y supe.
Como quien encuentra un tesoro.
Supe que en su polvo estabas tú, oscuridad, encerrada.
Como un hombre atormentado.
Sin nombre ni palabras para describir tu forma.
Qué quieres hacer, oscuridad, devastadora.
Contenida,
Como el pájaro sin su jaula.
Yo no puedo liberarte
Si tal prisión no está.
La jaula no existe.

10.04.2014

C. Merino