He descubierto que
los demás cuerpos no se parecen al tuyo.
Que las noches no se
hacen breves,
Que la eternidad
estaba en ti y la perdiste.
No había noches en
las que aguantara sus miradas,
Ni besara las ganas
que tuvieran porque no existían.
Tus labios se sorprendían
a cada pedazo de mi piel
Pero sus bocas
estaban secas de incumplimientos.
Deseaba que la luz
cegara sus ojos oscuros
E iluminara mi mente para
discernir así que no había más cuerpos que el tuyo
Que yo quisiera recorrer
con mis llagas,
Concedidas,
Después de mi propio
ciclo de la pasión.
Imaginaba que mi
descendimiento sería en tus manos
Y que tus brazos me
portarían al sepulcro para que al tercer día
Sólo
al tercero,
Nos levantaran las
sábanas húmedas y destrozadas,
Y resucitáramos en el
paraíso de otro Edén más caluroso.
He descubierto, que
no quiero los otros cuerpos,
Porque no se parecen al tuyo,
En el que podías
desperdiciarlo todo y sacrificarte.
En el que la muerte
no existía pues solo en tu cuerpo,
En el tuyo,
Había vida.
11.05.2014.
C. Merino