© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


martes, 25 de noviembre de 2014

Casa

No hay mejores estacas
Que tus dientes mordiéndome el cuerpo,
Que rasgando y sangrando mi piel,
Haciendo supurar el dolor.
No hay mejores vendas
Que tus manos alrededor de las heridas
En la irrealidad de mi sueño pastel,
Con tonos desconchados
Y veinte años vacíos de decoración.

24.11.2014

C. Merino

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Quisiera verte las palabras
A cada repaso con mis manos por tu cuerpo.
Saborear las memorias pesadas
Y aliviarte las heridas sin marcar en tu piel.
Dejar en libertad a tu alma
Desarmar tus prisiones y machacar las cadenas.
Desatar las tormentas más inesperadas
Llegar a ti como un tifón controlado y descontrolarme,
Aprender a devastar las expectativas con las que me mirabas,
Atravesar las vallas más angostas de tus miedos
Y soplarle al viento que no hubo más pérdidas.
Que las bajas sólo fueron mis bragas,
Que nuestras ganas de estudiarnos se entendían.
Quisiera verte todas las palabras,
Cogiendo las curvas de mi cuerpo,
Acelerando en las subidas y aún más en las bajadas.
Que se desgasten las ruedas y me quemen.
Que me marquen tus labios en todas las marchas,
Que acabe el trayecto cuando me eches de tu cama,
Porque ya no me echas de menos,
Ya no me quieres del verbo verme
Y el cielo se nubla unos momentos
Representando mi tristeza entumecida y efímera.

17.10.2014

C. Merino

martes, 18 de noviembre de 2014

¿Cómo es posible,
Esta abstracción casi maníaca
Cuando escucho los sonidos de tu voz
Gritando en el oído de mi acantilado
Delante del abismo anegado de mis horrores?
¿Cómo es capaz mi razón,
Dejar de existir, como un pájaro
Que murió en manos extranjeras
Cuando oye rasgar con uñas mi piel?
¿Cómo existir este sonido
De otro mundo, de ultratumba,
De un universo de cuerdas incomprensible
Que se adueña de mi alma y llaman música?
¿Cómo me hace olvidar tus nombres,
De las caricias como si fueran otro tiempo
Y la atemporalidad estuviera en las notas?
Me pierdo en la realidad de sobrevivir
Con la música de tus dedos sobre mi cuerpo.

17.11.2014

C.Merino

domingo, 16 de noviembre de 2014

Te quería cerca entonces,
Sentirte como una cárcel a mi alrededor.
Saber que no te marcharías lejos,
A los sitios más típicos sin llevarte un recuerdo,
Prometiendo inocentadas,
Gilipolleces tan estúpidas como mi nombre.
Enmarcar las sombras de mis rasgos
Para llevarte algo que se pareciera a mí,
Sin permiso.
Saludar lo monótono desde lo alto de una montaña,
En la que resonarían nuestros nombres ahogados.
Aclamándonos por hacer las cosas, físicas,
Por no sacrificarnos con palabras incomprensibles,
Irresistibles y vacías.
Te quería entonces más cerca.
Saber que podías.
Y que decidiste coger mi mano,
Llevarme cerca y, de repente, andar, andar, andar,
Y encontrarme con la puerta
Que separara nuestras córneas,
Pero nada más,
Solo un trozo de madera que hace música.

29.07.2014
C. Merino

martes, 11 de noviembre de 2014

Tú no ves

Que no me engañe tu boca,
que tus ojos no ven
sólo miran,
aprecian unos colores,
vislumbran unas formas,
pero los abres y no me ves.

Hace horas.
C. Merino.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La terminal del desastre y la despedida

Se desperdigan mis manos sin poder alcanzar nada
Y despierto con el sonido de unas pisadas
Que no llegan nunca a ningún puerto.
Os he dado la espalda, he empezado a andar.
Os dejo con otra carta más, con la despedida
En la soga que coloqué en esta habitación.
Cerré la puerta y coloqué el cartel de “vida”.
Me dejé las llaves en el recibidor,
Como bienvenida al primero que tuviera que entrar.
Le dejé las escrituras de ocupación a la vista,
Y unas flores bonitas en el jarrón de la esquina.
Pedí que limpiara la mierda y arreglara los destrozos,
Anotándolo todo en una servilleta con restos de carmín rojo,
 (Los últimos retazos de mis labios vivos)
Que yo me iba. Que me largaba.
Que a tomar por culo la casa, que quería quemarla.
Que me entraba la tos con el humo y moría.
Que joder, que adiós, que me odiéis,
Haced que sea más fácil perder la partida,
Haced que largarme sea un gozo, un orgasmo, un placer.
Hoy confieso, por si la extremaunción falla, yo claudico,
Que quisiera follarme a la muerte a la hora de las brujas,
Descifrar el secreto que se oculta debajo de sus faldas y la guadaña,
Y avivar todos los fuegos en los que se me quiso quemar, condenada.
Implorar por el castigo justo ante Dios en vez de clemencia.
Dejarme torturar y vaciar la existencia de sentido alguno.
Rogar por las llamas que me lleven ya esta noche,
Cargar y casarme contra y con la locura,
Besar las estrellas en la oscuridad, enamorarme de la otra cara de la luna.
Delirar a estas horas tempranas, que las tardías me esquivan.
Suplicar por un poco de rasgueo de guitarra,
Por si consigue conmover mis lágrimas escondidas dentro
De la caja de Pandora que bauticé como corazón de Cristina.
Ironizar con sonrisas obsoletas mientras me ahogo.
Que me practiquen el boca a boca y fallen en reanimarme,
No conseguir respirar porque he decidido que está bien alejarme,
No hay otras opciones válidas que me den ganas de regresar.
Ya no me queda más esperanza que estas letras que construyen palabras,
Que me grito, por cierto, porque he ensordecido al volverme vieja,
Por haberme hecho, Dios, que murió en manos alemanas, tan joven.
Que la nada no pinta tan mal, exista o no exista.
Que adiós, que buenas noches vida, acúname hoy que necesito calor.

08.11.14

C. Merino

jueves, 6 de noviembre de 2014

Suenan las sirenas
De mil corazones ardiendo.
Tú ya no existes.
No estás en mis recuerdos.
Me hablarán de tu nombre,
En algún puto momento,
y no reconoceré en él tus dedos.
Habrán reemplazado tus besos,
Las mordidas al alba en el sexo.
Habrán ocurrido otros pechos,
Otras caricias habrán muerto
Y no conseguiré materializarte,
En ningún sueño con los ojos abiertos.
Te hice invierno,
Y mi corazón se prendió de repente.
Mis cenizas siguen esperando al viento,
Que me pregunta si creo en el tiempo.
Respondí que la arena infectó las heridas,
Y que no había sangre que encontrara salida.

20.07.2014/06.11.2014
C. Merino.

martes, 4 de noviembre de 2014

Aprendí a no echarle más de menos,
A no querer deshacerme como las sábanas en su cama.
Aprendí a callarme los buenos momentos,
Porque los malos eran más y no los contaba.
Aprendí a dejar de esperar correspondencia
Que portara su nombre con manchas de sangre.
Aprendí a desesperarme y a ser impaciente.
Aprendí a olvidar que te esperaba,
Hasta que apareciste de nuevo en las calles
Que habías pensado en no volver.

C. Merino

17.10.2014