© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


domingo, 30 de junio de 2013

Hoy volví a abrir el cajón aquel,
Donde dejé muchos recuerdos escondidos.
Te saqué a ti el primero,
Para recordar lo que ocurrió entonces.
Miré con nostalgia los objetos
Y pensé en qué hubiera sucedido
Si hubiera sabido luchar por ti.
Hoy, no entiendo aún por qué,
Necesito de ti y de tus palabras.
Quizás sentir que tú me entiendes.
Que para consolarme hasta mientes.
Jamás he olvidado tu cara,
Tampoco tu presencia, ni siquiera tus labios.
Te tengo presente siempre, y sueño,
Sueño siempre con conseguirlo.
Y en esos momentos yo te doy las gracias
Por haberme dado más que cualquiera.
Después de años aún te lloro.
Sé que perdí mucho y me apena.
Esos días quedaron tan atrás, tan lejos…
Aún intento cogerlos con las manos
Cuando los vislumbro delante de mis ojos.
Además, aún me duele esta memoria.
Esta nostalgia aún lo empeora.
Sentí tanto en ese entonces, tanto,
Que me aterra pensar en ello,
Pensar que te di todo mi sentimiento.
Pensar que no tengo corazón,
Porque decidí que te lo quedaras.
Sentir tanto y que aún te huela.
Después de tantos años.
Sentir tanto y que aún te extrañe.
Y yo me extraño de todo esto.
Seguro sé que aún te amo.
Será de forma distinta, pero lo hago.
Sólo espero seguir con esta vida,
Después de localizar donde está mi yo.
Si aún contigo, si murió al intentar volver a mí.

C. Merino

viernes, 28 de junio de 2013

Tengo un problema con la eternidad. Sueño con ella, la agarro y se desvanece. No está hecha para mí. Solo puedo conseguir lo efímero de cada momento, aunque no lo quiero. Ni las palabras se conservan. Mi última esperanza muere ante la verdad opresora, que está aquí, en mi pecho, sin dejarme respirar. Mis lamentos son como los de un perro herido. No habrá nadie que me ayude a vivir, aunque muchos estén ahí para verme desfallecer. Mi batalla no se encuentra dentro de los límites permitidos de todo humano. Mi guerra finaliza con la parca a mi lado, y con la soledad como recuerdo. No me valen los a veces. No me valen los quizás. Solo pienso en lo que perdura, es mi obsesión que me hará perder la cordura, otra fotografía para llevarme a la tumba. No hay recuerdos memorables, solo hay acantilados con mareas demasiado altas. No hay promesas, pues son todas ciegas. No hay personas, porque hago que desaparezcan. Ya no hay lágrimas, porque la muerte no me dejó llevármelas. No quedan victorias, porque ésta levantó el vuelo con sus alas, y en el horizonte desapareció. Soy yo contra el muro más grande de todos. Nadie lo derriba conmigo. Todos han abandonado el proyecto. O me han abandonado a mí. Quizás por ver que estaba demasiado sucia, o demasiado rota. Demasiado todo. Ves que la gente tiene caminos claros, y que el tuyo se distorsiona en un bucle de desesperación y miedo. No hay riesgo tampoco. No hay quien me enseñe a avanzar. Parece que nadie sabe los pasos para poder superar el obstáculo. Todos mienten. Y aquí estoy cerrando otra puerta, echando la llave y comiéndomela. Estoy aquí en mi nicho, mirándome en modo pasado, viendo que no hay más futuro. Cuando todo es negro hay algo que hacer, cuando todo es gris es complicado.
Me lamento por lo sola que estoy pero, ¿quién sino yo escogió esto? Es mi situación porque no hay nadie que me vaya a convencer. He puesto muchos puntos, pero este será el último punto y final. Nadie va sentir compasión por el telón que se ha soltado, nadie sentirá pena por la mala actriz que había actuado. Nadie recordará al teatro abandonado. Nadie se parará a mirar sus ruinas. Y así es la vida. No vale con sobrevivir ahora, vale con saber vivir, aunque sin querer yo misma me lo impida.

jueves, 27 de junio de 2013

El frío me cala mientras me encuentro absorta, admirando el mundo desde mi terraza. Se ve tan pequeño, tan frágil ante mi mirada… pero no me preocupan sus hogares, sus habitantes, sus casas. Me preocupa mi propia debilidad, concretamente materializada, agraviada por el zumbido de las estrellas, que chocan, que mueren y que explotan. Ese púlsar nuevo me quiebra y me avisa por dentro; me advierte, me aconseja. Es mi compañero. Me habla de los nuevos horizontes y de las nuevas medidas mediante las cuales puedo alcanzar esas eternidades fundidas en agua y cielo. Horizontes perdidos. Pero intento ignorar su pesadez, pues parece que cae como agobiante carga, que suprime mi mundo onírico e intenta apartarme de mis sueños, devolverme a una realidad poco ansiada.  
Yo con constancia me pregunto. Pero las respuestas me abandonan a mi suerte y le suplico al destino que me lleve donde mi corazón dicte y donde mi alma desee. También pido a la vida, constantemente, que me devuelva los momentos felices, que los haga infinitos, y permiso para no despertarme jamás de ese pasado que me da la espalda, que se despide con la mano y que pretende dejarme plantada aún cuando habíamos quedado para ir de compras a cualquier lugar del mundo. Parece que una es sorda y la otra manca. El destino no me oye y me guía por senderos imprecisos y angustiosos. La vida me oye pero simplemente hace lo que le da la gana, se bifurca entre mis elecciones y se confunde con el libre albedrío con el que había pretendido nacer. 
Y de mientras, el púlsar me irradia

miércoles, 26 de junio de 2013

Ya no reconozco esos ojos que me miran.
Se han cristalizado hasta morir.
Están sin vida, inertes.

Ya no quiero que reconozcas mis labios,
Fríos, recordando tu tacto,
Amoratados.

Ya no hay melodías que nos interpreten.
Las notas se fugaron, un día,
Por la ventana.

Ya no hay nadie que nos reconozca,
Por el “nosotros”, que quedó
Aprisionado.

Ya no se reconocen miradas cómplices.
Los recuerdos se han gastado,
Ahogados.

Nos alegramos los dos, admitámoslo.
Terminar era nuestro anhelo,
Secreto.

Ahora vamos siempre de entierro.
No hay misas los domingos,
No han vuelto.

En nuestras lápidas rezarán estas palabras
Dolorosas, recordándonos
Que no éramos nada.

CM

lunes, 24 de junio de 2013

Sé que no me echarás de menos.
Sé bien que no lo vas a hacer.
Quizás haya algo en el recuerdo
Dentro de muchos años,
Cuando seas viejo y la veas.
Esa imagen fue la única tomada.
Esta es la hora de partir.
Estoy acostumbrada a ello.
Todos me despiden sin mano.
Tampoco ondean las palabras.
Soy el edificio abandonado.
Soy ruinas sin encontrar.
No estoy en la memoria
Y me duele la invisibilidad.
Estoy luchando en su contra,
¿Dónde estarán mis armas?
Perdí cada batalla y guerra.
Sé que ni pensarás en mí.
Sé bien que no será así.
Y yo no sé cómo debo obrar
Para que no me olvides.
Para que nadie pueda.
Qué haré para sobrevivir.

C. Merino 

jueves, 20 de junio de 2013

Espero siempre la equivocación.
Maltratada,
sedienta.
Es mi ya no-desilusión.
Dónde estarás, corrección.
Te invito a casa.

C. Merino ©