No dejaba de tropezarme con todos mis miedos.
Me comía los suelos de calles irreconocibles,
Sabiéndolas mías.
Me desplomaba ante mis dioses internos que batallaban
Y se degollaban dentro de un yo insulso.
Me vacié de palabras y me dejé de escribir a mí misma.
Empecé a llorar todas las ganas a solas
Para evitar las tentaciones.
Me mordí mil veces la mano, cientos de miles la boca,
Por si se les ocurría recordarte en la nada,
A años luz de distancia, bajo otro satélite en otro mundo
En el que sólo la memoria iluminaba la inexistencia
Y el sol no surgía,
Y era la noche la que ardía en su completa oscuridad
Incapaz de iluminar tu cara.
Pero consigo levantarme aunque haya sangre,
Estoy a un tiempo de dejar las rodillas y alcanzar el cielo,
Hacer desaparecer las cadenas y desenjaular mi corazón,
Salvaje y huidizo,
De tu nombre que lo aprisionaba y cruel sacudía,
Empequeñeciendo su valor de hacerse grande.
Ya me preparo para tropezar otra vez.
09/14.09.2014
C. Merino
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