Se me encoje el
alma,
El corazón,
La sonrisa.
Se me antojan
muchas más lágrimas,
Mucho más vuelo
suicida
A estas horas
tardías del ocaso.
Los abismos jamás
fueron
Tan atractivos como
ahora.
Los peñascos, las
rocas,
Rasgando la piel, aún
tersa.
Y la vista
impregnada
De sangre a
borbotones.
Y más sangre, toda
a cascadas.
Y deshecha en el
agua,
Con las heridas
curadas con sal,
Se encontraría mi
cuerpo.
Salto de ángel con
final inesperado,
Una negrura espesa,
Y ya no existo.
No más vuelo.
No más libertades.
Las despedidas me
parecían
Mucho más duras que
ahora,
Mientras moqueo y
tiemblo
Y aparezco medio
desnuda
En medio de un
claro,
De un bosque,
De un cementerio.
Todas sus losas
hablan de mí,
Todas llevan mi
sangre.
Pero no hay
entierros,
Ni se formulan
epitafios.
Nadie llora, ni
nadie se alegra.
Nadie remueve la
tierra
Ni intenta tocar
los cipreses.
Estoy sola en la
muerte
De un ser
Que parece, puedo
identificar,
Como mío.
10.06.15
C. Merino
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