Aprendí a no
echarle más de menos,
A no querer
deshacerme como las sábanas en su cama.
Aprendí a callarme
los buenos momentos,
Porque los malos
eran más y no los contaba.
Aprendí a dejar de
esperar correspondencia
Que portara su
nombre con manchas de sangre.
Aprendí a
desesperarme y a ser impaciente.
Aprendí a olvidar
que te esperaba,
Hasta que
apareciste de nuevo en las calles
Que habías pensado
en no volver.
C. Merino
17.10.2014
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