Te sueño esta noche, en estos pasos insomnes que me amenazan
el alma. No hay más respiraciones que las que acompañan a mis pies, vagabundos,
intentando rastrear tu vida. Se pierden los horizontes, de mientras, en el
aire. Me siento culpable por no atraparte en mis sueños. Aún recuerdo tu mirada
y persigo tus ojos en el cielo negro, prendido por otras almas que lloran algo
que no comprenden. Se te llevó la vida y nadie más te ha hallado. No ha habido
más sombras para ti, para esa parte de mí que se ha ido también. A veces se me
olvida reír, mostrar los dientes a la gente y forzar la alegría. Alguien me
preguntó si era feliz. Y se me cruzó tu cara como una hostia a tiempo para
reanimarme. Comprender así que no lo entendía. Pensar y pensar en su
significado. Saber que fui feliz y saber que fue ante tus ojos. Un instante.
Luego todo recuerdo se transforma en un sentimiento satisfacción extraña, llena
de olvidos. Se me olvidaban tantas cosas en ese instante… me antojaba a mi
misma tan tonta, tan ignorante, tan estúpida, que no entendía otras palabras que
no fueran las pronunciadas por tu mente, a bocanadas por tu boca. Se me
olvidaba donde estaba. Se me olvidaba que escribía. Que hacía tiempo que no lo
hacía. Que echaba de menos cosas que no sabía, que no entendía aún. Se me
olvidaba al perderme. Porque de veras me perdía. Parpadeaba como un intento de
volver a respirar, de encontrarme. Pero me encontraba tan sola, que aún cuando
te fuiste me encontré abandonada, con sentimientos desconocidos de pérdida. No pensaba
echar de menos a nadie. Mierda todo por haberme jodido el plan.
C. Merino
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