Cada vez me doy más cuenta. No quiero esto. Y no es que ande
perdida, es que las ventanas se cerraron
cuando las puertas también lo hicieron. Los pájaros se quedaron mirándome desde
la ventana. Se convirtieron en cuervos, preparados para devorarme. Me siento
resignada a quedarme detrás del cristal, esperando a mi muerte, a la carroña
que se comerán mis anfitriones. Me siento como una bola mal dada, sin ir en
paralelo y sin fuerza. Me lleva la raqueta y se me clava la red. Mi piel parece
un mural de pena. Y mis labios son ancianos, como después de comerte pipas
saladas. Son tiernos y arrugados y se encuentran perdidos en el nirvana del
ensueño. No encuentran el camino, porque mi cuerpo está vivo, pero mi mente se
asusta de la realidad sensible. Quién sabe qué ocurrirá entonces. Quién sabe si
me despertaré o seguiré bella durmiente. Mis manos tocan a un desconocido. Y mi
corazón lo necesita. Aprieto mis sombras contra sus luces. Para no sentirme
sola, en medio de este paraje desolador, para este nuevo hogar para mi alma,
del que no se puede volver, del que no encuentro la casa.
11.11.2013
C. Merino
¡Siempre va bien abrir para airear!
ResponderEliminarSiempre <3
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