Estoy empezando a desesperarme un poco. Aquí estoy de nuevo,
sentada ante este vacío de letras y no puedo mirarlas. No son mías. Son de un
extraño. Tengo entendido que es humanista. Debería empezar a aprenderme el
contenido. A identificar imágenes. Pero me estoy desesperando. He abierto sin
querer un link en Internet y no puedo creer la ansiedad que ha venido a mí, a
todo gas y sin motor. Es una página acerca de cartas perdidas, cartas cuando
aún existía el valor de los sentimientos y el valor de expresarse a mano. Cuando
aún existían las personas y los genios. Y me he desesperado porque no he visto
mi nombre en ninguna carta, en ninguna cita o comentario. No me he visto en
ningún lado. Entonces, me he preguntado dónde estaba. He recordado el abismo de
palabras al cual estaba a punto de tirarme, y he deseado hacerlo, para no
pensar. Ha sido como un salto en paracaídas pero sin un suelo al que llegar. El
aire sigue faltándome aún en las alturas, porque no tengo un lápiz en la mano
para explicarle cosas al cielo, para pedir a los dioses que anidan en las nubes ni para
consolar a las estrellas cuando lloran. Ni si quiera para romper el paracaídas
con palabras inventadas y verbos imaginarios. Si miro abajo un agujero negro
crece paulatinamente, esperándome. Y me estoy desesperando. Porque no tengo
ahora mismo palabras propias con las que defenderme y sobrevivir. Me estoy
desesperando porque no encuentro mis palabras por ningún lado. Me las han
robado y me he desesperado.
23.11.2013
C. Merino
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