Hubo peores
sombras que las mías.
Que mis ojos.
He visto
transcurrir mil vidas en tus palabras,
Cada una, una
mentira.
No he surcado
ningún mar.
¿Acaso lo hiciste
tú?
Me he dejado
caer, como un papel ligero
Y me han
aguantado las pinzas de una piedra
Que en conjunto
era un banco donde había posado mi cuerpo.
No era la primera
vez.
Caí muchas veces
ante tus ojos.
Me daba igual lo
que había tras las faldas.
Siento que no
fuera lo suficientemente oscura,
Maligna o
pervertida.
El rojo jamás le
quedó bien a mi vestido
Blanco.
Puedo oír tus pasos en la
maleza.
Cierro los ojos
para respirar los árboles y las plantas.
Tu perfume los
contamina.
Tu sombra tapa la
luz de las mías.
Siento que mi
alrededor sea un espacio sacro.
Tendrás que
mantener las armas alejadas
De mis sombras.
Tampoco fue la
primera vez,
Lo siento también
por aquellas.
Con la mano tocas
mis telas
Y te dejas caer
tú también.
A mi lado.
Tus sombras se
han ocultado tras las mías,
Cobardes y
temerosas.
Mi rostro sigue
impasible tras unos ojos sin color.
La serenidad se
confunde con el tono del lugar.
A ti se te ve
manchado,
Vete.
Porque no pegas.
No cuadras, no
respires tan cerca.
Puedo presumir tu
cara en el aire de mi negrura.
Tierna y sin
sentido, cruel,
Vacía.
No puedo
consolarte hasta que no te vayas.
En la distancia
te dejaré mi hombro.
Hasta entonces,
cuando,
Tengas unas
sombras más oscuras que las mías
Que sepan
arroparte en una espesura,
Que no te veas
solo ante la vida,
Indeciso, incapaz
de andar.
Lo siento. Pero
hasta entonces
Tú necesitabas
otras sombras.
Más oscuras que
las mías.
28.11.13
C. Merino
Deborah Turbeville
Rosana, Parco, Paris.