Ya no reconozco esos ojos que me
miran.
Se han cristalizado hasta morir.
Están sin vida, inertes.
Ya no quiero que reconozcas mis
labios,
Fríos, recordando tu tacto,
Amoratados.
Ya no hay melodías que nos
interpreten.
Las notas se fugaron, un día,
Por la ventana.
Ya no hay nadie que nos
reconozca,
Por el “nosotros”, que quedó
Aprisionado.
Ya no se reconocen miradas
cómplices.
Los recuerdos se han gastado,
Ahogados.
Nos alegramos los dos,
admitámoslo.
Terminar era nuestro anhelo,
Secreto.
Ahora vamos siempre de entierro.
No hay misas los domingos,
No han vuelto.
En nuestras lápidas rezarán estas
palabras
Dolorosas, recordándonos
Que no éramos nada.
CM
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