Oigo tus suspiros
rasgando las aceras.
Tus pasos resuenan
tras tus ojos,
Condenados a
esperar a que mi voz enmudezca.
Observas las
curvas de la siguiente calle con esperanza,
Como si no compartiéramos
escenario en este recreo.
Y
si jamás me doy la vuelta ni te observo mientras jugamos
Al cazador y a la
presa que jamás alcanzas.
Qué ocurre si no
quiero que acaricies mi espalda,
Mientras mi boca
te saluda en un grito asustado.
El ritmo se
ralentiza en nuestras piernas,
Nuestros
corazones ya no palpitan,
Intentando empezar
de nuevo sin sentirnos fríos,
Mientras nuestras
manos resiguen mi contorno a distancia.
Quizás
nos equivocamos.
La
espera se agota a mis pies.
No quiero pararme
a rezar cuando me tengas,
Agotar mis nombres
falsos demasiado tarde.
Temer
por segundos sentir el peso de una eternidad que no me induce nada
Ni temblores ni
bloqueos en los que mi mente abandona.
No
quiero volver a pensarlo.
Pensar que estás
detrás y no distingo la oscuridad
En la que me
acechan tus labios y temo a tu boca,
Por si acabo mordida
y pierdo.
No quiero que me
congeles,
Me hibernes
provocando a mi sangre,
Porque he decidido
que cometo el error
De
girarme,
Decidiendo verte.
Enfrentarme a tus
ojos.
Acojonarme
ante tu mirada.
Levantarme y
aferrar tu cuello.
Acariciar tu
pecho.
Hacer que temas mi
máscara,
Que
temas a mis ganas chorreando,
Empapándome y
persiguiendo tu piel.
Porque
me he girado,
Y te he visto suplicando
a mi mano,
Convertida en
pistola en tu sien.
19.06.14
C. Merino