© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


miércoles, 12 de febrero de 2014

Tú estabas violando a la ciudad,
Poco a poco, aprisionada entre tus muslos.
Tus ojos se desplazaban constantemente,
Resiguiendo todas las constelaciones con los dientes,
Saboreando las pupilas de cada rincón de su cuerpo.
Perseguías su piel con otras manos,
Que jamás antes habías tenido,
Y esas uñas se volvían locas con el contacto inminente,
Se ponían a rasgar el mármol de sus edificios,
Protuberantes.
Tus extremidades empezaron a sangran.
A jadear desencadenadas,
Apreciando cada trozo de tela de sus calles desoladas.
Estabas llenando todos sus barrios con alientos de suspiros,
Y las nuevas putas invadían los extrarradios con un solo cliente.
Llenaste la ciudad de mordeduras.
De liberaciones en cadena, sujetas a la libertad.
No había reglas que pudieran sujetarte.
Ni siquiera en tu propia piel.
Rodeaste a la ciudad con tus brazos y piernas,
Te apoderaste de ella,
Hasta que todas las manzanas fueron de alguien,
Seguramente jamás serían tuyas.
Solo pudiste pasearte por sus parques,
Tocar el asfalto de las calles
Y quedarte con el recuerdo del derrumbamiento de los muros,
Sabiendo que esa posesión fue solo un instante.
Y que esa experiencia efímera sería todo lo que obtendrías esa noche,
Cuando violaste a la ciudad bajo la mirada de mis ojos chispeantes.


12.02.2014
C. Merino

No hay comentarios:

Publicar un comentario