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viernes, 14 de febrero de 2014

Feliz San Valentín.

El paraíso ha empezado a humear,
Quizás provocado por algún pirómano conocido,
Escondido y agazapado tras nuestros ojos.
Morimos ya una vez, hace tiempo.
Nos ahogamos después de vomitar toda la mierda,
Al quitarnos ese no se qué de la vida de encima.
Abandonamos el piano como quien abandona el hogar,
Corriendo y desesperados.
Porque ese era el lugar de casa.
Tras cada tecla negra y blanca,
Tras cada resaca y perdición encima de ellas.
Vivieron nuestras peleas acerca de embarcaderos perdidos,
Acerca de las sombras de los barcos zarpando
Y acerca de ir tras ellos, aunque nos separáramos.
Hablamos de teñirnos la piel,
Para parecer más iguales.
De arrancarnos los ojos, para poder ver de la misma manera.
Decidimos abolir todas las festividades,
Porque no queríamos tener religiones entre nuestros cuerpos.
Acordamos dejar las malas hierbas como el pavimento de la nueva ciudad.
Que las putas fueran las mariposas,
Y los alcohólicos cada animal muerto.
Que los yonkis fuéramos tú y yo.
Y quizás por eso prendimos el lugar que vio nuestro nacimiento,
Porque si permanecía así, tendríamos miedo de que durara demasiado.
El para siempre nos acojonaba, por unas implicaciones que no comprendíamos.
Decidimos entonces que debía ser un lugar desolado,
Como nuestros corazones, que yacían enterrados bajo el piano
En permanente contacto con nuestra antigua casa.
No hubo gritos.
Tampoco apareció el pánico,
Ni ningún fantasma de los antiguos mitos acerca del amor.
Esperamos los dos a que nos prendieran las llamas,
A que nos consumiéramos a nosotros mismos.
Porque teníamos tanto miedo de que nos viera el mundo.
De adaptarnos a él y nos comiera,
Que preferíamos sorber lo que quedaba entre nosotros antes de dejárselo,
Que dárselo a quien no podría comprendernos,
Ni apreciar nuestra manera de vivir, encima de ese piano,
Sin ataduras, sin prendas, sin nada.
Sólo tú y yo encima del piano, masacrando las teclas con nuestras palabras.

14.02.2014

C. Merino

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