© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


viernes, 29 de noviembre de 2013

Hubo otras sombras

Hubo peores sombras que las mías.
Que mis ojos.
He visto transcurrir mil vidas en tus palabras,
Cada una, una mentira.
No he surcado ningún mar.
¿Acaso lo hiciste tú?
Me he dejado caer, como un papel ligero
Y me han aguantado las pinzas de una piedra
Que en conjunto era un banco donde había posado mi cuerpo.
No era la primera vez.
Caí muchas veces ante tus ojos.
Me daba igual lo que había tras las faldas.
Siento que no fuera lo suficientemente oscura,
Maligna o pervertida.
El rojo jamás le quedó bien a mi vestido
Blanco.
Puedo oír tus pasos en la maleza.
Cierro los ojos para respirar los árboles y las plantas.
Tu perfume los contamina.
Tu sombra tapa la luz de las mías.
Siento que mi alrededor sea un espacio sacro.
Tendrás que mantener las armas alejadas
De mis sombras.
Tampoco fue la primera vez,
Lo siento también por aquellas.
Con la mano tocas mis telas
Y te dejas caer tú también.
A mi lado.
Tus sombras se han ocultado tras las mías,
Cobardes y temerosas.
Mi rostro sigue impasible tras unos ojos sin color.
La serenidad se confunde con el tono del lugar.
A ti se te ve manchado,
Vete.
Porque no pegas.
No cuadras, no respires tan cerca.
Puedo presumir tu cara en el aire de mi negrura.
Tierna y sin sentido, cruel,
Vacía.
No puedo consolarte hasta que no te vayas.
En la distancia te dejaré mi hombro.
Hasta entonces,
                               cuando,
Tengas unas sombras más oscuras que las mías
Que sepan arroparte en una espesura,
Que no te veas solo ante la vida,
Indeciso, incapaz de andar.
Lo siento. Pero hasta entonces
Tú necesitabas otras sombras.
Más oscuras que las mías.

28.11.13
C. Merino

Deborah Turbeville
Rosana, Parco, Paris.



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