© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


sábado, 23 de noviembre de 2013

Estoy empezando a desesperarme un poco. Aquí estoy de nuevo, sentada ante este vacío de letras y no puedo mirarlas. No son mías. Son de un extraño. Tengo entendido que es humanista. Debería empezar a aprenderme el contenido. A identificar imágenes. Pero me estoy desesperando. He abierto sin querer un link en Internet y no puedo creer la ansiedad que ha venido a mí, a todo gas y sin motor. Es una página acerca de cartas perdidas, cartas cuando aún existía el valor de los sentimientos y el valor de expresarse a mano. Cuando aún existían las personas y los genios. Y me he desesperado porque no he visto mi nombre en ninguna carta, en ninguna cita o comentario. No me he visto en ningún lado. Entonces, me he preguntado dónde estaba. He recordado el abismo de palabras al cual estaba a punto de tirarme, y he deseado hacerlo, para no pensar. Ha sido como un salto en paracaídas pero sin un suelo al que llegar. El aire sigue faltándome aún en las alturas, porque no tengo un lápiz en la mano para explicarle cosas al cielo, para pedir  a los dioses que anidan en las nubes ni para consolar a las estrellas cuando lloran. Ni si quiera para romper el paracaídas con palabras inventadas y verbos imaginarios. Si miro abajo un agujero negro crece paulatinamente, esperándome. Y me estoy desesperando. Porque no tengo ahora mismo palabras propias con las que defenderme y sobrevivir. Me estoy desesperando porque no encuentro mis palabras por ningún lado. Me las han robado y me he desesperado.

23.11.2013

C. Merino

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