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lunes, 11 de noviembre de 2013

Para J

Cada vez me doy más cuenta. No quiero esto. Y no es que ande perdida, es que las ventanas  se cerraron cuando las puertas también lo hicieron. Los pájaros se quedaron mirándome desde la ventana. Se convirtieron en cuervos, preparados para devorarme. Me siento resignada a quedarme detrás del cristal, esperando a mi muerte, a la carroña que se comerán mis anfitriones. Me siento como una bola mal dada, sin ir en paralelo y sin fuerza. Me lleva la raqueta y se me clava la red. Mi piel parece un mural de pena. Y mis labios son ancianos, como después de comerte pipas saladas. Son tiernos y arrugados y se encuentran perdidos en el nirvana del ensueño. No encuentran el camino, porque mi cuerpo está vivo, pero mi mente se asusta de la realidad sensible. Quién sabe qué ocurrirá entonces. Quién sabe si me despertaré o seguiré bella durmiente. Mis manos tocan a un desconocido. Y mi corazón lo necesita. Aprieto mis sombras contra sus luces. Para no sentirme sola, en medio de este paraje desolador, para este nuevo hogar para mi alma, del que no se puede volver, del que no encuentro la casa.

11.11.2013
C. Merino

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