© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


jueves, 11 de junio de 2015

Se me encoje el alma,
El corazón,
La sonrisa.
Se me antojan muchas más lágrimas,
Mucho más vuelo suicida
A estas horas tardías del ocaso.
Los abismos jamás fueron
Tan atractivos como ahora.
Los peñascos, las rocas,
Rasgando la piel, aún tersa.
Y la vista impregnada
De sangre a borbotones.
Y más sangre, toda a cascadas.
Y deshecha en el agua,
Con las heridas curadas con sal,
Se encontraría mi cuerpo.
Salto de ángel con final inesperado,
Una negrura espesa,
Y ya no existo.
No más vuelo.
No más libertades.
Las despedidas me parecían
Mucho más duras que ahora,
Mientras moqueo y tiemblo
Y aparezco medio desnuda
En medio de un claro,
De un bosque,
De un cementerio.
Todas sus losas hablan de mí,
Todas llevan mi sangre.
Pero no hay entierros,
Ni se formulan epitafios.
Nadie llora, ni nadie se alegra.
Nadie remueve la tierra
Ni intenta tocar los cipreses.
Estoy sola en la muerte
De un ser
Que parece, puedo identificar,
Como mío.

10.06.15
C. Merino


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