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martes, 19 de mayo de 2015

El abismo

Este es otro microrelato que no ganó otro concurso. Pero no importa. Estoy muy contenta al respecto.


El viento se llevaba por delante a mi vestido de flores negras, y mis manos intentaban salvar las rosas rojas que protegía en mi regazo.
Aún podía recordar nuestra última conversación mientras avanzaba. El último invierno lo vivimos muy rápido, y ya era verano cuando llegué al ciprés, con los pies desnudos y ensangrentados. Pero pasé de largo, dejando tras de mí las huellas efímeras de mi existencia. Me dirigí al vacío, a la secuoya majestuosa imperante ante mi pequeñez. Y con cuidado de no perder las rosas, y sin pensar en las heridas ubicadas en mis pies, pero que no sentía en los pies, que sentía en el alma, me senté en el columpio.
Empecé a empujar con fuerza, a regodearme con la huida de los pájaros por culpa de mi vaivén. Pero no funcionaba. Mecerse sólo era maravilloso contigo. Así que lancé las rosas por el abismo negro al alcanzar el punto más álgido y, después, sin pensar, salté tras de ellas, con la certeza de poder volar tras las flores empapadas con tu sangre. A todas ellas las bauticé con tu nombre e hice desaparecer su antiguo apelativo en la caída, esperando a que ocurriera algo. No sé. A que aparecieras tú o tus alas respondiendo a mi desafío.

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