© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


domingo, 14 de septiembre de 2014

No dejaba de tropezarme con todos mis miedos.
Me comía los suelos de calles irreconocibles,
Sabiéndolas mías.
Me desplomaba ante mis dioses internos que batallaban
Y se degollaban dentro de un yo insulso.
Me vacié de palabras y me dejé de escribir a mí misma.
Empecé a llorar todas las ganas a solas
Para evitar las tentaciones.
Me mordí mil veces la mano, cientos de miles la boca,
Por si se les ocurría recordarte en la nada,
A años luz de distancia, bajo otro satélite en otro mundo
En el que sólo la memoria iluminaba la inexistencia
Y el sol no surgía,
Y era la noche la que ardía en su completa oscuridad
Incapaz de iluminar tu cara.
Pero consigo levantarme aunque haya sangre,
Estoy a un tiempo de dejar las rodillas y alcanzar el cielo,
Hacer desaparecer las cadenas y desenjaular mi corazón,
Salvaje y huidizo,
De tu nombre que lo aprisionaba y cruel sacudía,
Empequeñeciendo su valor de hacerse grande.
Ya me preparo para tropezar otra vez.

09/14.09.2014

C. Merino

No hay comentarios:

Publicar un comentario