© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


martes, 1 de julio de 2014

He escrito ya mil despedidas.
Se acometen contra la pared dejándose morir.
Y mis manos anegadas con su rojo.
La espesura empieza a alcanzarme
Y sé que me veré ahogada en un mar profundo.
No habrá sal ni me convulsaré.
Será un segundo y habré expirado.
No habrá más movimientos.
Mis ojos se mantendrán entelados
Con un blanco roto por lo que fueron sus colores.
Su brillo los heredará el cielo,
Y mi voluntad quedará hecha pedazos.
Mis brazos se mantendrán  arqueados a los lados,
Como un Jesucristo moderno
Bailando al son de sus propias flagelaciones.
Y mis pies permanecerán descalzos
Llenos de llagas, de inviernos y gangrenados.
Porque ya no pude avanzar más  sobre aquello
Que perforaba a la par mi alma.
Resultaba un colador ridículo y sentimental,
Una imagen burda y tosca.
Sin más sentido que tus palabras,
Que por su ausencia deliro y me matan.

C. Merino

30.06.2014 

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