© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


martes, 18 de marzo de 2014

Me siento engañada.
Escondida en los papeles de un ángel moribundo.
Dios se escondió y se apartó de mi camino
Cuando mis pies pisaron sus manos.
La sangre brota por mis brazos, como castigo divino.
Es la muerte que ha venido a buscarme.
Me acechaban ya tus ojos cuando aún no existías.
Recordaba el viento llevándose tu cuerpo
Y a los deseos amargos de un rencor más profundo.
Oía alguna melodía perdida en un limbo lejano,
Y a Dios retumbando con su poder caduco.
Porque ha muerto, y el hombre no ha llorado.
Hemos sido engañados porque la muerte ha venido.
Me ha susurrado palabras que mi mente no entendía.
Y con el rabillo del ojo he visto sombras acechando mi espalda.
La muerte ha venido, y no ha podido juzgarnos.
Dios ha muerto en una bacanal, ahogado en vino.
La glaciación ha dado paso a otros dioses,
Y no respondían a antiguos nombres de otros tiempos.
La glaciación ha hecho arder nuestro mundo.
Todos nuestros cuerpos han sido engañados, rotos y corrompidos.
Nuestros cuerpos han llorado.
Han salpicado las nostalgias con un babeo inconstante.
Y Dios ha muerto, dicen que hace tiempo lo mataron.
Nos engañó la muerte.
Y la fe ya no existía, no la encontramos.
Me han engañado, hablándome de una felicidad mojigata.
No existe tal sueño, no cuando la muerte ha venido,
Se ha paseado, me ha calibrado, y ha decidido que no me lleva.
Disfruta de mi miedo. Del pánico. De la oscuridad que se ha apoderado
De mi mente, aunque no de mi cuerpo.
Dios ha muerto, dicen. La muerte ha muerto, dicen.
Me han engañado, dicen…

18.03.2014

C. Merino

No hay comentarios:

Publicar un comentario