© 2013-2017 Cristina Merino Navarro


jueves, 7 de septiembre de 2017

Noto un vacío en mi existencia,
Insolventable.
Hubiera jurado todas mis vidas
En su nombre.
La verdadera paz hubiera llegado,
Para siempre.
Yo ya no soy yo cuando estoy
Y él nunca dejó de ser,
Porque, en realidad, nunca cambió nada.
Un día yo tendré las herramientas
Para curar todos mis trozos,
Volver a ser un todo desde los pedazos.
Aunque me sienta, constantemente,
Protagonista, en solitario, de Emily Brönte,
En unas cumbres igual de borrascosas
Y sin poder perdonar a tus asesinos.
Yo, capaz,
De matarme tu inexistencia,
Tus decisiones o mi recuerdo,
Cuando somos incapaces de sostenernos los ojos.
Con un cuerpo capaz de morir si mi vida
Insufla aire a la tuya.
A pesar de que salté, hace tiempo, sin anclas,
Ya no espero planear alguna vez.
Sólo llegar, al fin, al suelo,
Aunque no sea capaz de perdonar
A tus asesinos,
Cuando todo se encuentra roto,
Justo en el mejor estado,
Para volver a recomponerme, y renacer.
Para olvidar todo lo que pudimos en el descenso,
Y, así,
Dejarme llevar con el aire.
Al menos, el punto exacto de contacto,
Que provoca la fractura,
Se ha convertido en esa belleza
Que es tuya,
Que sigue sin extrañarme,
Y que, de nuevo, me ha cegado.
Un pájaro cantará a una muerte,
Que mientras muere,
Ha experimentado el sublime
Antes de irse,
Una última vez,
Porque jamás volverá a su cabeza
Otro rostro que no sea ese.

Cristina Merino

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