La muerte avanza
sin sigilo alguno,
Intentando
corromper la estancia blanca
Así como tus ojos
verde oliva.
Las teclas crujen
y gotean en tu alma,
Resbaladiza de tu
cuerpo.
Dios es egoísta.
Porque le tiene a él,
Y también la quiere a ella.
Su enviado nos
atemoriza y amenaza.
Nos ha castigado
con el dolor de la inexistencia,
De la nada que
llega confiada y frme.
Dios es egoísta.
Porque me quiere quitar lo mío,
Porque quiere llevárselos a todos
aunque pida que no lo haga.
Y dejarnos a nosotros como
consortes de la guadaña,
Delincuentes esperando otro
destino distinto al suyo.
El de un dolor que se olvida.
Y de repente,
La herida se abre,
de nuevo.
Y el recuerdo
florece,
De tu cuerpo débil
y pequeño,
Retorciendo las
manos y pidiendo clemencia.
Pides un parón con
tus ojos,
Nos desesperas con
la mirada.
Y salimos de la
estancia para llorar y no nos veas.
Aunque ya lo
sabes, Dios te reclama.
Tus manos se
entrecruzan en tu pecho
Anhelando dormir.
Dios anhela que te
vayas, que nos dejes,
Y mi consuelo es
que no está sólo.
Que hay otro que
conoces que estará recibiéndote cuando toque irse.
Cuando Dios decida
que te lleva, y yo decida no olvidarte,
Mantenerte de
alguna manera entre mis respiraciones.
26.05.2014
C. Merino
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